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¿Te imaginas que los desechos de un vertedero se convirtieran en biocombustible? Aunque te parezca descabellado o te suene a ciencia ficción, es una alternativa ecológica en la que ya se está trabajando. Sigue leyendo porque hoy te hablamos de la búsqueda de soluciones que harán que los aviones del futuro sean un medio de transporte más sostenible.
Los viajes en avión son los responsables del 3,5% del dióxido de carbono que se expulsa anualmente a la atmósfera. Para reducir este porcentaje, los científicos no cesan de generar nuevas ideas y las compañías aéreas también continúan proponiendo iniciativas para ayudar a reducir dichas emisiones.
La conclusión a la que se ha llegado es que hay dos clases de combustibles sostenibles que son la esperanza de los aviones del futuro.
Uno de ellos son los biocombustibles. En 2021, la compañía KLM realizó un vuelo comercial de pasajeros con una mezcla de quinientos litros de queroseno sintético sostenible. Asimismo, durante el año pasado, en la Escuela Politécnica de Zúrich se trabajó en un nuevo método de producción de “queroseno solar” gracias a una planta solar con la capacidad de extraer de la atmósfera el agua y el dióxido de carbono necesarios para ser procesados.
Una alternativa más interesante la hallamos en los biocombustibles avanzados, producidos a partir de residuos. Convertir los desechos orgánicos en queroseno, a través de un proceso que evitara la emisión de metano derivada de este tipo de remanente, sería una buena solución sostenible para viajar en los aviones del futuro. En este sentido, los primeros pasos se están dando, puesto que durante la investigación llevaba a cabo en 2021 por el químico Derek Vardon y su equipo, se consiguió transformar los ácidos grasos volátiles (AGV), procedentes de los desechos orgánicos en descomposición, en queroseno.
La finalidad que se persigue con dichos experimentos no es otra que producir combustibles que tengan una huella de carbono muy baja (e incluso nula) mediante técnicas que no dañen el medio ambiente.
Aunque los biocombustibles y los biocombustibles avanzados se están explorando en paralelo, los segundos tendrían un impacto mucho más positivo, debido a que provienen de los restos de los cultivos, de las industrias agroalimentarias y de los residuos orgánicos de las ciudades.
Emplear esta clase de carburantes supondría una reducción de CO2 del 65 % en comparación con los combustibles tradicionales. En algunos casos se estima que se podría alcanzar el 100%.
El calentamiento del planeta no deja de aumentar y los gases de efecto invernadero no son para nada beneficiosos. Estos datos hacen presión a la hora de conseguir el objetivo climático de la descarbonización del sector planteado para el 2030, es decir, ofrecer alternativas “verdes” para que la aviación pueda seguir operando sin problemas.
Se espera que para el 2025 ya se hayan encontrado opciones distintas al queroseno derivado del petróleo que sean totalmente sostenibles.
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